lunes, 24 de mayo de 2010

Mi maravillosa vida breve como camarera



sigo con tema trabajo. uno de los peores, fue el primero. tenía 18, rodrigo se había ido a vivir a Los Ángeles y yo me queria juntar unos pesos para volver a visitarlo en julio (había ido en enero). por una amiga de una amiga terminé de camarera en un pub-bowling-boliche antológico de Flores. un lugar con la peor fama posible. el horario era un bajón: viernes y sábados de 9 a 6 de la mañana. la vestimenta: pollera cortita negra, camisa blanca, medias y zapatos negros. fui a una entrevista con el dueño y me tomó a los 5 minutos. no tuve ni que hablar, me alcanzó con entrar en la oficina. el trabajo para otros podía parecer fácil, pero para mí demandaba un esfuerzo similar al de resolver cálculos diferenciales borracha y a las tres de la mañana. la misión más complicada era meterme con tacos y con una bandeja con seis cervezas en una cancha de bowling mientras esquivaba adolescentes excitados por el juego y el alcohol. jamás entregaba un café sin manchar la taza, tarde tres noches en aprender cómo usar la máquina. lo que se dice, de madera (una vez un cliente me lo dijo). creo que era peor que todas las mozas juntas de Palermo de hoy.
otro problema era sortear a los viejos verdes (el lugar era multitarget) con sus propuestas indecorosas. Ahí me enteré de que las camareras de épocas anteriores hacían horas extras después de terminar en el pub. pero lo que más más detestaba era que me llamen de la oficina de Rigoberto, el dueño -Rigo, para las amigas. Una mezcla de Coppola, Poli Armentano y Jacobo Winograd en el cuerpo de Juan Carlos Mesa. siempre andaba secundado por su hermano, increible, pero parecido él mismo a Edgardo Mesa. Rigo me llamaba y temblaba. el horror. en esas reuniones, básicamente insistía con un tema: yo tenía que ser más "simpática" con los clientes.
en fin, no duré mucho. el horario, los viejos verdes, los coachings de Rigo, la poca cancha para manejar mi cuerpo de una manera coherente, salir a las 6 y media de la mañana, en pleno invierno menemista y tener que esperar el bondi en la puerta de Retro; darme cuenta que ni aún trabajando tres años iba a lograr capital suficiente para comprarme un pasaje de avión a los ángeles, todo esto dinamitó mi resistencia.
una noche, por teléfono, mi futura suegra me tiró un salvoconducto. se había enterado del sacrificio que estaba haciendo, transnochando en un pub setentoso, y me dijo: "estás loca, nena, rodrigo te paga el pasaje".
ok.