Lo leí en cuento de Palahniuk: los franceses llaman ingenio de la escalera a esa respuesta perfecta que se te ocurre cuando ya pasó el momento, cuando la discusión se terminó y estás volviendo a tu casa, y aunque todo lo que pensás es genial, ya no tenés oportunidad de decirlo. Me pasó mil veces, me pasa todo el tiempo para ser sincera, pero a veces, las menos, a uno le agarra la lucidez en el momento justo.
Situación: cumpleaños de una compañera de TEA, eramos varios, entre chicos y chicas. En determinado momento -siempre llega- se ponen a hablar de sus posiciones sexuales favoritas. Yo, callada. Entonces alguien dice el misionero. Yo, callada. Alguno detecta mi mutismo, y me toma de punto, de la manera más infantil posible.
-¡No sabe lo que es el misionero! ¡No sabe lo que es el misionero!
Me quedo un segundo en blanco, buscando opciones de respuesta en el disco, y de repente, zas, me ilumino.
-Sí, nene, sé cuál es el misionero. La más aburrida de todas.
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