Me vengo de la cena familiar del domingo con una servilleta de papel repleta de anotaciones de cosas para mirar en Internet o bajarme: José Feliciano cantando con Johnny Cash, Café con aroma de mujer (capítulos), Eric Bana, Los muertos, El hombre que ríe, el trailer de El Nadador. Desde que vendimos la tele -ja- y dejamos de pagar el cable, Internet se ha convertido en nuestra última y única conexión con el mundo extraradio.
¿Te gusta el jazz? Sí, me hace acordar a Nueva York, aunque nunca estuve ahí.
En otro orden de cosas, me estoy matando con un novelón adictivo de Jaime Bayly. Y a propósito de Jaime, ayer soñé que estaba en Miami, que no era Miami, sino una especie de Venecia, donde había que moverse en góndola y el mar era quieto y celeste, pero igual me daba miedo. Después, y esto es lo último que me acuerdo, subía corriendo por una escalera infinita de esas de cuentos de hadas y tenía puesta una malla enteriza parecida a las que usan las niñitas con flores o frutas.
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