lunes, 18 de agosto de 2008

Freedom

Lo bueno de tener hijos es que algunos sábados, de vez en cuando, uno puede dejarlos a dormir en la casa de la abuela. Y entonces vuelve a ser soltero, pero soltero como nunca lo fue. Es una sensación de libertad más intensa, lo que debe sentir un pez al que lo devuelven al agua, o lo que se siente tener el auto con el tanque lleno, una extensión de la tarjeta de crédito sin límite y mucho tiempo de vacaciones. Freeeedommmm, gritaría William Wallace.
Son 24 horas, capaz que un poco más, pero las hacemos rendir por 48. Exprimimos cada minuto. Todo puede ser un buen plan si no hay chicos amarrándose a tus piernas o repitiendo cada tres palabras "quiero una coca", "cuanto falta" o "me aburro". Vamos a Rodo a comprar un LAVARROPAS y ¡la pasamos bien! Ordenamos, hacemos un lavado, colgamos la ropa y lo disfrutamos. Nos damos una ducha tomándonos todo el tiempo del mundo, y nadie trata de tirarnos la puerta del baño abajo.
Después Guía Oleo, búsqueda avanzada, comida china, belgrano, menos de 40 pesos por persona y salta Lai Lai. Y Lai Lai, allá vamos. Vamos con una amiga, y comemos pollo con almendras y cerdo con salsa dulcipicante y tomamos la cerveza justa para que no salte en el control de Macri. Cuando volvemos por Libertador, pasamos por el casino y dale, entremos, no jugamos, pero nos tomamos una cerveza en el bar, vas a ver, es increíble, parece los de Las Vegas, hay todo un mundo ahí adentro.
Entramos y, efectivamente, hay un mundo ahí adentro: no puedo evitarlo, me pierden los casinos. Caminamos entre las máquinas tragamonedas como cuando teníamos 19 y lo hacíamos en el MGM o el Flamingo sin horarios ni urgencias, y aunque este sábado tenemos diez años más que en esas vacaciones en Las Vegas, la noche es nuestra y mañana no tenemos que levantarnos temprano. Entonces pruebo mi suerte: me siento en una máquina, pongo una moneda de diez centavos, apreto el botón y ¡bingo!, lucecitas de colores, el ruido de los créditos cayendo y un papelito que dice que gané 15 pesos. Pruebo dos o tres veces más y me retiro porque sé que, a pesar de alguna racha pasajera, no soy afortunada en el juego. No puedo.
Nos vamos con 15 pesos más de los que entramos y, ya de de vuelta, cuando pasamos por el sturbacks decidimos (decido) bajar porque esta noche todo es un buen programa, y somos solteros, y libres, y hasta nos permitimos (me permito) ser un poco snob.
Y después si volvemos a la casa, pero primero un capítulo de In Treatment antes de dormir, sin niñas que acostar ni tapar ni consolar.

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