jueves, 14 de agosto de 2008

Perlitas

Esto es lo pasa cuando uno va en contra de la tradición. 1991, séptimo grado, 11 años. El último alarido de la moda en el Mater (y supongo que en todos los colegios de chicas) es usar aros tipo perlita (o perlón, en su variante más grotesca). Tres cuartos del curso, por lo menos, porta ese tipo de aro. Yo, obviamente, estoy entre las que no (recordemos: mi madre no me ha agujereado los lóbulos cuando nací porque lo considera un rito invasivo). A mí no me cierra el tema de ser diferente, por lo menos no a esa edad. Mi madre trata de convencerme en vano con que "uno tiene que tener personalidad en la vida", "no podés hacer lo que hacen todos", pero hago oídos sordos. Insisto tanto que una tarde X, después del colegio, me deposita en la Bond Street con mi hermana para que me perforen las orejas con el arito abridor. No puede decir que dolió, fue un pinchechito, un aguijón. Estuve un mes usando el arito abridor, y después, claro, me compré las perlitas. Las habré usado un día(muy buen día) hasta que las orejas se me pusieron fucsias y un pus verdoso empezó a emerger de mi interior. Intenté la operación dos o tres veces más, pero no hubo caso. Ni de oro, ni con alcohol...imposible. Mis orejas no resisten aritos de ningún tipo, soy como la princesa con el guisante. Moraleja: Por no escuchar a mi madre, ni respetar las tradición, hoydía tengo dos agujeros que no sirven para nada.

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