El martes me pongo una remerita nueva, muy bonita y sentadora. Me creo una bomba, pero cuando llego a la oficina mi compañera me hace notar que llevo colgando en la espalda la tarjeta de la marca, de proporciones considerables.
El miércoles, de camino también a la oficina, veo un chico con el sweater muy notoriamente al reves. Tiene la etiqueta de Yves Saint Laurent en la nuca. Pienso en decirle algo, él cruza de calle, lo miro, pero se me aleja, él vuelve a mirar, y creo que empieza a pensar que le estoy insinuando algo. Yo sólo quiero salvarlo del ridículo. Cuando empiezo a acelerar el paso para alcanzarlo y avisarle, me miro el saco y me doy cuenta de que yo también lo tengo al revés.
La pregunta es: ¿algún día llegaré despierta a la oficina?
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