Leyendo Papillon en pleno 2009. Mi madre me cuenta que cuando era joven no había nada más cool que andar con un Papillon bajo el brazo. Luego, el libro bajo el brazo fue Cien años de soledad y luego no pregunté más.
Hoy casi no se ven libros bajo el brazo, mucho menos un Papillon. Sería como encontrar una caja negra en el océano.
Después del efecto anestésico (¿o anestesiante?) de Flaubert, Charriere me puso a circular la sangre de nuevo. Leo en el subte, antes de dormir, domingos y visperas de feriados. No hay nada como la aventura.
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