desde hace unos días, probando lo que es la vida fuera de las 12 mil manzanas de la ciudad. los suburbios me sientan bien, el verde, el cielo abierto, el fueguito prendido cuando llego de trabajar y, sobre todo, las niñas en libertad. correteando por el parque, manejando su independencia y sus tiempos. ignorando la tele y la computadora. sin aburrirse ni consumir.
es mentira que es todo silencio. tristán suarez tiene un ejército de perros insomnes que lloran, se ríen o charlan entre ellos por las noches, un tren que pasa cada 10 minutos por la estación, un cielo que cruzan muchos aviones y la autopista. me duermo con todo eso en las noches y embadurnada en Off (y el olor del espiral, sí que me gusta).
ayer llegué temprano, todavía había sol y había calor, me puse la bikini fucsia y me tiré de cabeza (pero resultó panza) a la pileta. nadé espalda, di vueltas carnero para atrás y para adelanté, hice la vertical 10 veces y después floté boca arriba, plancha absoluta, sin mover ni un solo músculo, hasta que casi se hizo de noche.
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