miércoles, 10 de octubre de 2012

Retórica

Estos últimos días, unos días muy charlados.

El sábado, después de tenis, un programa que se nos está haciendo rutina, N y A vinieron a comer algo a casa. Pasamos por Carrefour, compramos queso, salame y papas fritas, unas cervezas, unos vinos y después pedimos una napolitana en Kentucky. Nos pasamos las cinco horas siguientes hablando sin parar, pero sin ansiedad, sin taparnos, sin gritar (algo bastante común en reuniones con otros amigos), cada uno  a su turno: una charla que solo se me ocurre calificar como adulta (no encuentro un adjetivo mejor). Íbamos como agotando tópicos: religión (“la necesidad de abrigarse en un Dios”), Lamborghini, las lecturas y escritores paralizantes, lo difícil de elegir colegios, lo difícil de renunciar a un trabajo, nuestros ataques de pánico, los consumos excesivos, etc, etc. En algún momento pensé que si alguien grababa la conversación textual salía una obra de teatro –adulto-, de mediano éxito, con Morán y Garzón como protagonistas. A las 2 y media de la mañana ya estábamos durmiendo.

Domingo y lunes los pasamos en el country, haciendo vida familiar intensa, por cumpleaños de mi hermana. Hay familias felices que se parecen, hay familias infelices, hay familias que expulsan a sus miembros y otras, como la mía, que los atraen: de fuerza centrípeta. El centro es mi madre, la Reina Madre.

En los días de familia, las sobremesas son de horas, al mediodía se está pensando qué se come a la tarde y a la tarde qué a la noche (y que hay que ir hasta Tristán Suarez a comprar más vinos y cervezas). En el living hay una nena de 7 años cargando a upa a un bebé,  otro bebé gateando con los pantalones mugrientos, un tío treinteañero  y su sobrina pre-adolescente –los dos con ponys- jugando a la play sobre una mesa de café, más niñas actualizando sus estados en sus teléfonos. Mucha gente junta.

El tópico de este mediodía de feriado fue, de nuevo, la escritura. Mi padre me apuró: vos escribís cuentos? (o también: vos escribís en serio?) Y me reprochó que perdiera tiempo en las boludeces de twitter y facebook. Yo le recordé que él había querido dejar de trabajar joven para dedicarse a escribir y al final no lo había hecho (escribir, dejar de trabajar joven sí).

Más tarde la mayoría se fue a dormir la siesta, incluso los bebés, y yo me fui a dar una vuelta en patines, esquivando los sapos aplastados en el pavimento mojado.

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