domingo, 30 de noviembre de 2008
viernes, 28 de noviembre de 2008
Cortenlá
qué onda esa gente que no para de preguntar: ¿y, para cuando el tercero? tenés que tener el varoncito. No es gracioso. El otro día me recontracalenté y le contesté a uno. A ver nene, ¿cuántos años tenés vos? 32 ¿y tu novia? 30. Bueno, yo a los 26 años ya tenía dos hijas (y esto significa: contracciones, parto natural, bebes de 3,5 kilos para arriba, cabezas de 36 cm de diámetro, dolor de espalda más inverosímil del mundo, caballos de tupac amarú galopando para lados contrarios y abriéndome el coxis, heridas, coseduras, cicatrices, puntos, pérdidas de sangre, paños, período de lactancia, depresiones postparto, etc etc). O sea, yo para los 26 ya había cumplido con Dios, la patria y los santos evangelios, colaborado con el futuro de la humanidad y del sistema de reparto.
La gente se obesiona. No soy una gallina ponedora, no voy a tener mis hijos, los tuyos y ls nuestros mientras el resto siempre privilegia el laburo, espera a comprarse la casa o a tener la experiencia de vivir en el exterior. Cortenlá, dinks del orto. tengan sus hijos y no me pregunten más cuando voy a tener el tercero.
La gente se obesiona. No soy una gallina ponedora, no voy a tener mis hijos, los tuyos y ls nuestros mientras el resto siempre privilegia el laburo, espera a comprarse la casa o a tener la experiencia de vivir en el exterior. Cortenlá, dinks del orto. tengan sus hijos y no me pregunten más cuando voy a tener el tercero.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Es así
He decidido comenzar a llamar R mi enamorado. Primero, porque todo el mundo ya llama a sus maridos "mi marido" e incluso "mimarido" (puaj!!) y segundo porque me gusta esa petulancia de llamar a alguien mi enamorado.
en fin, porque marido tiene cualquiera; pero enamorados, no.
en fin, porque marido tiene cualquiera; pero enamorados, no.
lunes, 24 de noviembre de 2008
Un sándwich
La pregunta era estúpida, pero me divierte que me pongan a prueba. las entrevistas de trabajo, los psicotécnicos, las formulaciones engañosas y capciosas, es muy divertido. un juego.
-¿Si fueras una comida cuál serías?
-Un sándwich
-¿Un sándwich? ¿Por qué un sándwich?
-Porque es la comida más versatil que existe. Hay de todo lo que se te ocurra. Y se come con las manos, simple y directo. Nunca te puede aburrir.
No soy de lenta cocción, ni de preparación larga y rebuscada, ni tengo tantas capas. Lo que se ve es casi lo que es. Casi.(Todo esto lo pensé después, no lo dije en el momento). mucho tiempo después leí: Los sándwiches, como los diamantes, son para siempre. Los niños los aman. Son la más útil y, sin embargo, la más despreciada de las comidas.
También me preguntó qué escritor sería, que película y qué animal (en escritores dije Capote y en animal dije vaca, y ahí sí, con lo de vaca, me miró muy raro). Igual, me declaró apta y a mi futuro jefe le dijo algo así como "apenás entró, se apropió del espacio. tiene mucha personalidad, pero me cayó bien".
-¿Si fueras una comida cuál serías?
-Un sándwich
-¿Un sándwich? ¿Por qué un sándwich?
-Porque es la comida más versatil que existe. Hay de todo lo que se te ocurra. Y se come con las manos, simple y directo. Nunca te puede aburrir.
No soy de lenta cocción, ni de preparación larga y rebuscada, ni tengo tantas capas. Lo que se ve es casi lo que es. Casi.(Todo esto lo pensé después, no lo dije en el momento). mucho tiempo después leí: Los sándwiches, como los diamantes, son para siempre. Los niños los aman. Son la más útil y, sin embargo, la más despreciada de las comidas.
También me preguntó qué escritor sería, que película y qué animal (en escritores dije Capote y en animal dije vaca, y ahí sí, con lo de vaca, me miró muy raro). Igual, me declaró apta y a mi futuro jefe le dijo algo así como "apenás entró, se apropió del espacio. tiene mucha personalidad, pero me cayó bien".
miércoles, 19 de noviembre de 2008
Con resaltador
Entre tanta rutina peronista (de la casa al trabajo y del trabajo a casa) a veces pasa algo que merece contarse. en estas últimas semanas:
-intenté detener un auto de 1.500 kg con mis brazos (y fracasé, previsiblemente) (1)
-caminé 8 cuadras descalza por Almagro y los pies me quedaron negros (previsiblemente) (2)
-mi primer noviecito me contactó por Facebook, con un mensaje que decía: "Muchas veces me pregunté que habría sido de tu vida" (3)
-conocí muchos escritores en el filba y resolví que a los escritores es mejor no escucharlos hablar (4)
(1) Puede que este punto merezca un desarrollo más extenso. Sábado a la tarde, mucho sol, calorcito, mi amiga S me había invitado a su terraza a compartir unos mates (yo paso), litros de coca, tortas ricas de manzana y una larga charla hasta que saliera la luna. No pude decir que no. Allá fui con el volks, que lo mantengo nuevito, sin ningun toque, no es carro de lechero como el escort. En fin, estaciono en riglos, hago todo el operativo de seguridad (punto muerto, freno de mano, palanca en
el volanta, alarma) o creo hacerlo y me bajo. Apenas cierro la puerta, el auto me empieza a abandonar. Primero confío en que va a frenarse solo, pero enseguida me doy cuenta de que es una calle en bajada -muy- y el auto más próximo (un taxi) está a unos 10 metros. Mi primera reacción es hacer lo que debe hacer una persona racional: intento abrir la puerta con la alarma, meterme y accionar el freno de mano. Pero no controlo ya mis nervios y desesperada prendo y apago la alarma sin lograr abrir la puerta nunca. La segunda reacción es lanzarme a detener el auto, me cuelgo de costado, y mientras todos los conductores parados en el semáforo de Riglos miran cómo me encamino a la ruina, yo lo sigo intentando. No abandono la lucha hasta acompañar el golpe del auto contra el taxi. Igual la saco bastante barata, el Volks es fuerte y resiste. Por eso es el auto del pueblo.
(2) Puede que este punto también. Pero de forma más sintética. Voy a la facultad. Mi torpeza habitual hace un combo explosivo con las veredas de buenos aires. Me trago una baldosa floja y mi ojota verde con brillitos tan linda que me compré en un lugar que se llama pies de cenicienta queda malherida. su integridad pende literalmente de un hilo. camino despacio para que el mal no sea mayor. Logro llegar a la facultad y dar una muy buena clase sobre la oralidad secundaria en tiempos de internet (mucho ong, mucho mcluhan), pero cuando estoy volviendo, la ojota verde agononizante dice basta. Son las 10 de la noche, no hay zapaterías 24 horas y no me queda otra opción que sacarme la otra ojota y caminar descalza. 8 cuadras. Llego con los pies negros y recuerdo que cuando era chica, en Boedo (o en mi cuadra) se había puesto de moda andar descalza, a lo indio, cuanto más lejos te animaras a ir y más sucios tuvieras los pies, tanto mejor. Una moda rara. Igual no duró mucho, fue tan fugaz como la moda de coleccionar marquillas.
(3) Puede que éste no.
(4) Puede que éste tampoco
-intenté detener un auto de 1.500 kg con mis brazos (y fracasé, previsiblemente) (1)
-caminé 8 cuadras descalza por Almagro y los pies me quedaron negros (previsiblemente) (2)
-mi primer noviecito me contactó por Facebook, con un mensaje que decía: "Muchas veces me pregunté que habría sido de tu vida" (3)
-conocí muchos escritores en el filba y resolví que a los escritores es mejor no escucharlos hablar (4)
(1) Puede que este punto merezca un desarrollo más extenso. Sábado a la tarde, mucho sol, calorcito, mi amiga S me había invitado a su terraza a compartir unos mates (yo paso), litros de coca, tortas ricas de manzana y una larga charla hasta que saliera la luna. No pude decir que no. Allá fui con el volks, que lo mantengo nuevito, sin ningun toque, no es carro de lechero como el escort. En fin, estaciono en riglos, hago todo el operativo de seguridad (punto muerto, freno de mano, palanca en
el volanta, alarma) o creo hacerlo y me bajo. Apenas cierro la puerta, el auto me empieza a abandonar. Primero confío en que va a frenarse solo, pero enseguida me doy cuenta de que es una calle en bajada -muy- y el auto más próximo (un taxi) está a unos 10 metros. Mi primera reacción es hacer lo que debe hacer una persona racional: intento abrir la puerta con la alarma, meterme y accionar el freno de mano. Pero no controlo ya mis nervios y desesperada prendo y apago la alarma sin lograr abrir la puerta nunca. La segunda reacción es lanzarme a detener el auto, me cuelgo de costado, y mientras todos los conductores parados en el semáforo de Riglos miran cómo me encamino a la ruina, yo lo sigo intentando. No abandono la lucha hasta acompañar el golpe del auto contra el taxi. Igual la saco bastante barata, el Volks es fuerte y resiste. Por eso es el auto del pueblo.
(2) Puede que este punto también. Pero de forma más sintética. Voy a la facultad. Mi torpeza habitual hace un combo explosivo con las veredas de buenos aires. Me trago una baldosa floja y mi ojota verde con brillitos tan linda que me compré en un lugar que se llama pies de cenicienta queda malherida. su integridad pende literalmente de un hilo. camino despacio para que el mal no sea mayor. Logro llegar a la facultad y dar una muy buena clase sobre la oralidad secundaria en tiempos de internet (mucho ong, mucho mcluhan), pero cuando estoy volviendo, la ojota verde agononizante dice basta. Son las 10 de la noche, no hay zapaterías 24 horas y no me queda otra opción que sacarme la otra ojota y caminar descalza. 8 cuadras. Llego con los pies negros y recuerdo que cuando era chica, en Boedo (o en mi cuadra) se había puesto de moda andar descalza, a lo indio, cuanto más lejos te animaras a ir y más sucios tuvieras los pies, tanto mejor. Una moda rara. Igual no duró mucho, fue tan fugaz como la moda de coleccionar marquillas.
(3) Puede que éste no.
(4) Puede que éste tampoco
sábado, 15 de noviembre de 2008
Domingos al sol
Programa de domingo: limpiar la pileta del country. Sin cloro ni mantenimiento, lo obvio: el agua se pudrió. Es la pileta de la ciénaga y yo Graciela Borges, pero con el vaso lleno de coca-light. “Te sentás en el borde a tomar sol y a leer y cada tanto preguntas: ¿todo bien?”, me reprocha mi enamorado. No es tan cierto, pero démoselo por válido (tengo una reputación). Eso sí, él y mi papá cargan con la peor parte, cepillos, balde con detergente y a meter el cuerpo en la mugre. Los bichos salen fácil, pero las hojas no tanto, se pegan a las paredes y hay que refregar fuerte para despegarlas, es como hacer 80 flexiones de brazos, dice. Yo, mientras tanto, leo una entrevista a la escritora Muriel Spark, que me reconforta; tengo que ir de a partes, haciendo algo en el medio, como servirme coca o ir al baño o jugar con Renata, porque cuando algo me gusta mucho no lo tolero de corrido. Siempre me pasó. En una parte Spark dice que se dedicó a vivir su 20 y sus 30 y que recién a partir de su cuarta década comenzó a escribir. Estaba decidida a sacarme de adentro todas esas novelas que se habían ido acumulando en mí con el correr de los años. Me gusta mucho, porque no es muy racional, pero siento algo parecido. Que están ahí, por todo el cuerpo, acumuladas, esperando el momento justo, la alineación de planetas, para salir. También me identifico en lo de trabajar con la memoria; más que con el ingenio o la imaginación (carezco).
///
En algún momento, me siento mal por no colaborar y decido ayudar en algo: vos cepillá, yo manguereo, que es lo más divertido, pongo el dedo y así tiro más lejos; pero se necesita presión, no distancia, así que más cerca mejor, un rato y después cambiamos.
///
¿Siempre escuchan cumbia detrás del alambrado? ¿Aunque sea la hora de la siesta? ¿la cumbia les quita el sueño? A veces también se escuchan unos chamamés que ahí sí te dan ganas de salir y ponerte a bailar y hacer el grito del sapucay.
Como cuando vamos a comprar al pueblo, y siempre hay chicos jugando, andando en bicicleta, la familia tomando mate en el patio de adelante, un poco al sol y otro bajo la higuera; después volvés, pasás la guardia, y acá también hay chicos jugando y muchas bicicletas, pero no cumbias ni chamamés, la música viene siempre de atrás del alambrado.
///
La pileta queda impecable, y es justo que no me lleve ningún mérito. Sólo manguereé un rato hasta que pasó la novedad, di algunas indicaciones y fui a comprar unos víveres al clubhouse: gaseosa bien fría y biscochitos de los salados y los agridulces. En el fondo queda un resto de agua podrida. Primero pensamos en sacarla a baldazos, pero nos arrepentimos enseguida: prendemos el agua y empezamos a llenar, total después se mezcla lo sucio con lo limpio, se pone mucho cloro y el filtro también hace su trabajo.
///
En algún momento, me siento mal por no colaborar y decido ayudar en algo: vos cepillá, yo manguereo, que es lo más divertido, pongo el dedo y así tiro más lejos; pero se necesita presión, no distancia, así que más cerca mejor, un rato y después cambiamos.
///
¿Siempre escuchan cumbia detrás del alambrado? ¿Aunque sea la hora de la siesta? ¿la cumbia les quita el sueño? A veces también se escuchan unos chamamés que ahí sí te dan ganas de salir y ponerte a bailar y hacer el grito del sapucay.
Como cuando vamos a comprar al pueblo, y siempre hay chicos jugando, andando en bicicleta, la familia tomando mate en el patio de adelante, un poco al sol y otro bajo la higuera; después volvés, pasás la guardia, y acá también hay chicos jugando y muchas bicicletas, pero no cumbias ni chamamés, la música viene siempre de atrás del alambrado.
///
La pileta queda impecable, y es justo que no me lleve ningún mérito. Sólo manguereé un rato hasta que pasó la novedad, di algunas indicaciones y fui a comprar unos víveres al clubhouse: gaseosa bien fría y biscochitos de los salados y los agridulces. En el fondo queda un resto de agua podrida. Primero pensamos en sacarla a baldazos, pero nos arrepentimos enseguida: prendemos el agua y empezamos a llenar, total después se mezcla lo sucio con lo limpio, se pone mucho cloro y el filtro también hace su trabajo.
Hoy leí
"Me fascinan las cosas de los dientes. La boca es el lugar de las palabras, el lugar de lo más evolucionado del pensamiento. Y dentro de un instrumento tan civilizado están los dientes, que son tan brutales y tan salvajes".
(Lucrecia Martel)
///
"Era linda, inoportuna y encantadora. La llevo hasta Lami, estacionó sobre la arena en un rincón secreto que conocía, a cincuenta metros del agua, y pasaron el resto de la madrugada cruzando los límites de su historia personal y del cuerpo del otro, retrocediendo en el instante justo antes de penetrar en experiencias sombrías o cometer algo que pudiese ser calificado de desubicado, para que no se desmoronase aquel estado de felicidad casi eufórica que vibraba en el interior del auto y parecía depender de un delicado equilibrio de factores".
(Daniel Galera, Manos de caballo)
(Lucrecia Martel)
///
"Era linda, inoportuna y encantadora. La llevo hasta Lami, estacionó sobre la arena en un rincón secreto que conocía, a cincuenta metros del agua, y pasaron el resto de la madrugada cruzando los límites de su historia personal y del cuerpo del otro, retrocediendo en el instante justo antes de penetrar en experiencias sombrías o cometer algo que pudiese ser calificado de desubicado, para que no se desmoronase aquel estado de felicidad casi eufórica que vibraba en el interior del auto y parecía depender de un delicado equilibrio de factores".
(Daniel Galera, Manos de caballo)
jueves, 13 de noviembre de 2008
Rodeada
/y sí, es toda esta gente. la que toma mucho mate y se hace pis con todo lo que viene de Uruguay. Veranea en La Paloma o en Tilcara, está siempre yendo o o viniendo de alguna plaza, consulta rebelion.org, carga en el morral un ejemplar de las Venas Abiertas de Latinoámerica y, sobre todas las cosas, desprecia mucho mucho a Vargas Llosa/
miércoles, 12 de noviembre de 2008
domingo, 9 de noviembre de 2008
El orígen de todo o el Gran Sapo paraguayo
se supone que uno debe ir superando sus taras con los años. con algunas lo he logrado (ya no duermo con la luz prendida -o no todos los días), pero con otras es un poquito más complicado. conozco mucha otra gente que dice "a mí tampoco me gustan los sapos", pero creanme, mi tampoco me gustan es mucho más grande que cualquiera. mitampocomegustan es ENORME, es un arial 36.
si alguien me quiere matar, le doy una idea: sorprendame con un sapo hervido adentro de una de las ollas de teflón de mi cocina.
los sapos me violentan, me despiertan una furia incontrolable, un deseo de exterminio masivo, de no verte nunca más. los he padecido en la casa de mis primos en hurlingham, en donde se escondían todos achataditos debajo de un tronco, y en donde en las tardes de lluvia, desde la ventana del living, los veía saltar sacados de felicidad por todo el jardín. los he sufrido también en el club del banco hipotecario en Villa Celina, en las casas que alquilábamos los veranos en Miramar.
el morbo me ha llevado a acumular historias de todo tipo. la más truculenta: mi prima (la de hurlingham) se despierta en medio de una noche húmeda y calurosa y decide ir a tomar un poco de fresco. olvida calzarse. saliendo por la puerta de la cocina hay que bajar un escalón para acceder al jardín. camina con ímpetu, con prisa por sacarse el calor de encima. interrumpe su urgencia una masa fría y gelatinosa que se desarma bajo su pie apenas lo apoya en el pasto. nunca más olvida calzarse para salir al jardín.
Otra. Esta vez soy yo la protagonista. Es verano, me llevé phonetics de primer año, y estoy modulando para pronunciar cat diferente a cut. Mi madre me pasa a buscar con el auto -venimos escuchando Ricky Martin y esto lo recuerdo claramente-, yo me acomodo en el asiento del acompañante. casi estamos por llegar a mi casa de virrey liniers, cuando veo contra el vidrio una papada verdosa inflándose y desinflándose. grito como si hubiera visto un fantasma (eso dice después mi mamá)y la obligo a clavar el freno en el medio de la calle. bajo corriendo del auto y nunca sé (tampoco me lo pregunto hasta hoy) quién de mi familia libera al pobre sapo aprisionado por el limpiaparabrisas.
Un poco más grande, en Miramar, organizaba verdaderos operativos de logística para salir por las noches al boliche (siempre alquilabamos cerca del vivero y había muchos sapos): mandaba a mis amigas a hacer una recorrida previa, con linternas, y cuando me aseguraban que no había ninguno en las inmediaciones de la casa, recién me animaba a atravesar la puerta de calle.
No sé si algún día lo superaré y no sé tampoco de dónde viene la fobia. puedo arriesgar una hipótesis: hace un tiempo mi mamá me hizo acordar que cuando vivíamos en Paraguay (yo tenía unos 3 años y sólo tengo flashes), había en el jardín un sapo. sólo uno, pero era enorme. el sapo más grande que mi madre vio alguna vez; no lo sé con seguridad, sólo lo puedo intuir, pero creo que alguna vez tuve un Gran Encuentro con ese Gran Sapo paraguayo y ese fue el orígen de todo.
si alguien me quiere matar, le doy una idea: sorprendame con un sapo hervido adentro de una de las ollas de teflón de mi cocina.
los sapos me violentan, me despiertan una furia incontrolable, un deseo de exterminio masivo, de no verte nunca más. los he padecido en la casa de mis primos en hurlingham, en donde se escondían todos achataditos debajo de un tronco, y en donde en las tardes de lluvia, desde la ventana del living, los veía saltar sacados de felicidad por todo el jardín. los he sufrido también en el club del banco hipotecario en Villa Celina, en las casas que alquilábamos los veranos en Miramar.
el morbo me ha llevado a acumular historias de todo tipo. la más truculenta: mi prima (la de hurlingham) se despierta en medio de una noche húmeda y calurosa y decide ir a tomar un poco de fresco. olvida calzarse. saliendo por la puerta de la cocina hay que bajar un escalón para acceder al jardín. camina con ímpetu, con prisa por sacarse el calor de encima. interrumpe su urgencia una masa fría y gelatinosa que se desarma bajo su pie apenas lo apoya en el pasto. nunca más olvida calzarse para salir al jardín.
Otra. Esta vez soy yo la protagonista. Es verano, me llevé phonetics de primer año, y estoy modulando para pronunciar cat diferente a cut. Mi madre me pasa a buscar con el auto -venimos escuchando Ricky Martin y esto lo recuerdo claramente-, yo me acomodo en el asiento del acompañante. casi estamos por llegar a mi casa de virrey liniers, cuando veo contra el vidrio una papada verdosa inflándose y desinflándose. grito como si hubiera visto un fantasma (eso dice después mi mamá)y la obligo a clavar el freno en el medio de la calle. bajo corriendo del auto y nunca sé (tampoco me lo pregunto hasta hoy) quién de mi familia libera al pobre sapo aprisionado por el limpiaparabrisas.
Un poco más grande, en Miramar, organizaba verdaderos operativos de logística para salir por las noches al boliche (siempre alquilabamos cerca del vivero y había muchos sapos): mandaba a mis amigas a hacer una recorrida previa, con linternas, y cuando me aseguraban que no había ninguno en las inmediaciones de la casa, recién me animaba a atravesar la puerta de calle.
No sé si algún día lo superaré y no sé tampoco de dónde viene la fobia. puedo arriesgar una hipótesis: hace un tiempo mi mamá me hizo acordar que cuando vivíamos en Paraguay (yo tenía unos 3 años y sólo tengo flashes), había en el jardín un sapo. sólo uno, pero era enorme. el sapo más grande que mi madre vio alguna vez; no lo sé con seguridad, sólo lo puedo intuir, pero creo que alguna vez tuve un Gran Encuentro con ese Gran Sapo paraguayo y ese fue el orígen de todo.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Asociaciones
Ven, a los alcauciles no les entro. siempre me causaron rechazo y el otro día entendí porqué: me hacen acordar a los sapos (de mi particular relación con los sapos voy a hablar en el próximo post).
martes, 4 de noviembre de 2008
Sirena speedo
pongamos por caso que yo,
esther williams de los megatlones
sirena speedo
nado con mi impecable estilo espalda
por las aguas que surcan
el carril más lento
de esta piscina
y usted, hombre de pelo en pecho
de espaldas phelpsianas
de mil ríos
y oceanos batallados
en tardes frescas de primavera
nada por el mismo carril
pero en sentido contrario
puedo acaso suponer
sobre la evidencia irrefutable
que yo nado de espaldas y a ciegas
y usted de frente y con minúsculas antiparras
que nuestra colisión no fue un hecho fortuito e inesperado?
dejeme decirle, señor de espaldas profusas:
se le notó mucho el dolo
la intención
las ganas
de pedirme perdón
esther williams de los megatlones
sirena speedo
nado con mi impecable estilo espalda
por las aguas que surcan
el carril más lento
de esta piscina
y usted, hombre de pelo en pecho
de espaldas phelpsianas
de mil ríos
y oceanos batallados
en tardes frescas de primavera
nada por el mismo carril
pero en sentido contrario
puedo acaso suponer
sobre la evidencia irrefutable
que yo nado de espaldas y a ciegas
y usted de frente y con minúsculas antiparras
que nuestra colisión no fue un hecho fortuito e inesperado?
dejeme decirle, señor de espaldas profusas:
se le notó mucho el dolo
la intención
las ganas
de pedirme perdón
Suscribirse a:
Entradas (Atom)